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El odio de los artistas burócratas

Cultura / 2 julio, 2019

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
Twitter: @puratolvanera

El tema ya había ocupado la agenda hace unas semanas, pero gracias a la desafortunadísima declaración de la senadora Jesusa Rodríguez, regresamos a discutir el valor de las becas creadas durante el salinato y que son parte fundamental de la vida artística de un montón de creadores nacionales.

Las becas del Fonca y similares volvieron a ser tema porque la senadora afirmó que siempre ha estado en contra de ellas y que es momento de que los artistas dejen de vivir del presupuesto y comiencen a vender su obra a la iniciativa privada.

De inmediato, muchos reaccionamos de forma negativa, sobre todo al enterarnos que la misma Jesusa obtuvo el Fonca en algún momento de su carrera. No sólo eso, sino que también fue becaria de instituciones privadas estadounidenses. Todo esto sin contar que, por obvias razones, la senadora recibe un sueldo al mes que proviene del presupuesto, aunque su trabajo en la Cámara ha mezclado el legislar con un par de performance para defender el maíz y no sé qué más porque en serio que da pereza su activismo.

En fin, todo esto me llevó a entender que han llegado al poder los artistas que odian a todos los demás artistas, incluso es probable que exista cierto odio hacia ellos mismos, pero esto es algo que no puedo comprobar.

Pensar que el arte que importa es sólo aquel que vende o que consigue patrocinios particulares es despreciar a la mayoría de las personas que, de alguna manera u otra, dedican parte o casi toda su vida a la producción artística.

Se debe entender que la primera razón para crear arte no es la recompensa económica. Pensar eso no sólo es barato, sino incluso estúpido. Nadie, con inteligencia, puede creer que la razón principal de cualquier artista es conseguir una aceptable paga cada quincena. Eso sólo sucede en las películas.

Se debe de partir de dos tipos de artistas, quienes hacen arte en su tiempo libre, como una actividad secundaria de su vida y los demás, quienes hemos decidido vivir de lo que hacemos. Esto no nos hace mejores o peores, es sólo una decisión en la vida, probablemente una muy equivocada.

Por supuesto, para subsistir del arte en este país se necesita talento y originalidad, pero, incluso así, no es suficiente. Sobrevivir en este país no es sencillo, sobre todo cuando cualquiera ha decidido dedicarse a actividades que no producen dinero de forma automática.

No se lea todo lo anterior como una queja y lloriqueo, sólo estoy planteando aquí una realidad que vivimos.

Por otro lado, la senadora, a finales del año pasado, también expresó que los artistas becados deberían hacer trabajo social como retribución por el apoyo económico recibido. Obviando que eso ya se exige en muchas becas estatales, me preocupa que, a partir de este tipo de ideas, el gobierno actual comience una campaña por dar algún tipo de línea específica a cada artista becado.

La pura idea de que las obras de arte deben, necesariamente, teorizar o abordar cualquier temática social, en donde se desnude o denuncie las injusticias del capitalismo me parece no sólo absurdo sino incluso fascista.

Una característica fundamental del arte es la aspiración a la libertad total. Es obvio que nunca se puede conseguir. Los artistas estamos atrapados en múltiples estructuras, tanto históricas, sociales y económicas como para soñar con una libertad absoluta. Pero, de alguna u otra manera lidiamos con ella.

También, los creadores, desde hace miles de años, han lidiado con quiénes pagan y qué esperan a cambio. Nada de eso fue sencillo, sobre todo cuando se revisan las condiciones en que trabajaron los grandes genios. Pero, cada vez que los gobiernos han intentado dirigir la obra desde la burocracia, los resultados son obras mediocres, anacrónicas y destempladas.

No es la falta de dinero lo que mata el arte, es la intervención de los gobiernos lo que termina destruyendo a la creación.

Si, de alguna manera, el estado desea involucrarse en este mundo, sólo debe hacerlo como promotor y no como censor, jamás como guía moral, nunca como rector de lo que debe ser o no arte.

Esto, que en realidad no es nada complejo, se aprende en los primeros semestres de cualquier carrera de humanidades o arte. Pareciera que este nuevo gobierno federal tiene una comprensión muy elemental o de plano ha decidido que los artistas son sus enemigos. Pareciera que somos poca cosa, pero una gran parte del valor de un país se define por sus artistas y sus obras.

El mismo día que terminé este artículo, Notimex, la agencia de noticias dirigida por Sanjuana Martínez, publicó una defectuosa infografía, vamos, que ni siquiera podemos llamarle así. En fin, la imagen es sobre los escritores y artistas visuales, que en más ocasiones han obtenido alguna beca del Fonca. El intento de ataque contra ellos es tan burdo porque, por un lado, esta información ya era pública y, por el otro, varios nombres que se encuentran ahí son más que respetados por sus obras y no por sus relaciones públicas. Esto sólo ha dejado claro que algo trae este gobierno contra los artistas y lo está demostrando una y otra vez.

¿Hasta dónde podrá llegar? ¿Hasta dónde lo soportaremos?

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Redacción




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