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¿Está en riesgo la cuenca lechera?

Análisis Político y Social / Slider / 27 mayo, 2019

Por: La Redacción

Dos veces Andrés Manuel López Obrador ha declarado en torno a la cuenca lechera de La Laguna, lo que ha despertado inquietudes en el gremio de los empresarios lecheros y ganaderos y ha obligado a los gobernadores de Coahuila y Durango a salir en su defensa.

López Obrador ha hecho dos planteamientos básicos: el primero es que no puede seguir creciendo y sosteniéndose una cuenca lechera en el desierto, donde ya se está agotando el agua, con lo cual no se sabe si se refiere al agua subterránea o al agua del río Nazas.

El segundo planteamiento es que lo más adecuado es que la cuenca lechera se ubique en estados como Tabasco, su estado, donde no sólo hay agua suficiente sino de sobra.

La segunda declaración se tomó como algo de menor importancia, pero la primera sí provocó una mayor reacción tanto de los gobiernos estatales como del gremio empresarial de la región.

Ya tuvimos una experiencia fallida en 1989, cuando Carlos Salinas de Gortari lanzó el llamado “Plan de la Nueva Laguna”, que era una propuesta estructurada para reorientar todo el desarrollo económico, social y urbanístico de la región.

Revista de Coahuila conserva en sus archivos una copia de este plan, que fue impreso y muy bien presentado en un estuche con varios cuadernillos; uno por cada tema, abarcando toda la problemática de la región.

Había optimismo por el proyecto, pero pronto las cosas cobraron un giro mucho menos optimista, cuando nunca se dio un presupuesto especial para llevarlo a cabo y, además, fue colocado en manos de gente oportunista, hasta terminar en las de Alejandro Gurza Obregón, un distribuidor automotriz que, cada que le resultaba conveniente, se metía a la política utilizando al PAN.

El final del proyecto prometido por el más poderoso de los presidentes que tuvo el país en la segunda mitad del siglo pasado fue penoso, al acabar en manos de la familia de Alejandro Gurza, con un proyecto agrícola en Laguna Seca, donde los ejidatarios hicieron señalamientos de corrupción en contra el empresario y panista.

Un puente a desnivel que se construyó sobre el periférico, sobre la carretera a San Pedro, hace unos años terminó derrumbándose y tuvo que ser reconstruido.

En suma el “Plan de la Nueva Laguna” fue un desastre y fue la última vez que un presidente de la república le prestó atención supuestamente especial a La Laguna, después de Lázaro Cárdenas, quien realizó el reparto agrario, con la creación de todos los ejidos.

Este último hecho sí cambió la historia de La Laguna pero terminó en un fracaso y ahogado por la corrupción desde el Banrural  y las secretarías de agricultura y otros organismos públicos encargados del desarrollo rural.

ACABARON CON EL ALGODÓN

El gran intelectual y crítico don Daniel Cosío Villegas le profetizó a Lázaro Cárdenas que el ejido, como él lo había realizado en La Laguna, sería un fracaso.

Economista y doctorado en Estados Unidos en economía agrícola, don Daniel anticipaba que era inviable darle a una familia de hasta siete integrantes cuatro hectáreas de tierra, dos de riego y dos de temporal en una zona desértica.

Una opción más razonable era la de crear granjas agrícolas, de al menos 20 hectáreas de riego por familia, aun cuando fueran menos, pero se impuso el criterio político sobre el económico. Se crearon cientos de ejidos, con dos hectáreas de riego por familia.

Otra opción paralela era la del fomento de agroindustrias. La Laguna debió convertirse en una zona textilera, pero la fábrica más cercana se ubicaba en Parras de la Fuente.

Aún con los enormes subsidios gubernamentales, el ejido estaba condenado a hacer crisis apenas creciera la primera generación: los hijos de los llamados “primordiales”, como se les denominó a los ejidatarios fundadores.

Y así fue. Para 1950 la presión sobre la tierra comenzó a ser insostenible, pero los subsidios gubernamentales permitieron que la economía rural se sostuviera, en lo que era una economía de sobrevivencia.

Surge así la cuenca lechera y poco a poco se va expandiendo, mientras la corrupción alcanza su clímax en los años setentas, con el uso indiscriminado de pesticidas, el llamado “algodón de luna”, que a tantos hizo ricos, y los créditos que jamás tenían retorno.

En 1989, tratando de parar lo que ya era escandaloso, el gobierno de Miguel de la Madrid mete a la cárcel al empresario Hassan Mansur Núñez y a otros pocos implicados en un gigantesco fraude relacionado con la compra-venta de algodón, quienes estaban relacionado con Héctor Hugo Olivares Ventura, quien se ostentaba como líder nacional de la CNC, hijo del poderoso político Enrique Olivares Santana, ex gobernador de Aguascalientes y Secretario de Gobernación.

Al momento del escándalo, Olivares Ventura era senador de la república y además era uno de los intocables.

Hassan Mansur, que hoy pasa por un respetable empresario y está metido, de manera sorprendente, en una cantidad enorme de giros comerciales, tuvo que pagar 7 millones de dólares de la época para poder salir de la cárcel.

El dinero no era problema; lo habían acumulado por toneladas. Saliendo de la cárcel continuó con una compra vertiginosa de predios urbanos y negocios de todo tipo, entre ellos la Vinícola de San Marcos en Aguaslientes, donde radican los Olivares, la cual fuera de don Nazario Ortiz Garza.

La corrupción no paró, pero sí el flujo de dinero gubernamental a los ejidos, con lo que comenzó la venta y arrendamiento de tierras, el arrendamiento y la venta de derechos de agua, tanto rodada como de pozos.

El llamado “oro blanco” entró en una etapa de agonía, en tanto que la cuenca lechera comenzó a crecer de forma muy agresiva al abrirse plantas de acopio y distribución en otros estados del país.

¿Y AHORA QUE HACEMOS?

Hay consenso entre todas las agrupaciones ambientalistas y los mismos sectores productivos en la necesidad de regular la explotación de los mantos subterráneos de agua, donde las dependencias gubernamentales, por razones nada claras, hasta ahora no han establecido el uso de medidores volumétricos en los pozos de extracción para uso agrícola, así como en la fijación de normas estrictas sobre los volúmenes de agua que pueden ser extraídos cada año.

Está claro que se debe establecer una normatividad en la explotación del agua, como también se debe atender la corrupción que existe en la distribución del agua rodada que se maneja a través de los distritos de riego.

Esta corrupción pareciera endémica y participan en ella empleados públicos y productores de todos los niveles socioeconómicos, así como comisariados ejidales y políticos.

Si el agua es el primer problema en el cual se debe poner orden, es sólo el principio, pues la gran problemática es el desarrollo de un sistema de producción agropecuaria para La Laguna, en el cual se conserve lo que está funcionando exitosamente, con las debidas políticas de sustentabilidad, con nuevos proyectos que generen una economía agrícola y pecuaria moderna, eficiente y, sobre todo, rentable.

El gran tema es qué hacer a partir de ahora para generar ese sistema de producción agropecuaria moderno y eficiente, que le dé certeza y rentabilidad a la inversión privada y pública.

Es una tarea que se puede expresar fácil en un discurso político, pero que es en la práctica compleja y requiere, de entrada, la participación de especialistas en la materia, no de escritorio ni burócratas, sino de gente que conozca a fondo el negocio agropecuario, desde la fase de producción hasta el comportamiento de los mercados nacionales e internacionales.

La parte que en teoría preocupa más al nuevo gobierno federal es el impulsar la producción agropecuaria del sector ejidal, para atenuar la pobreza y la enorme desigualdad en la posesión de la riqueza.

La forma de organización ejidal, los vicios que se han ido creando por décadas y la intervención de políticos, pueden hacer que sea mucho más difícil impulsar el desarrollo agropecuario en este sector que en el de medianos y grandes productores, los cuales ya se encuentran organizados y tienen acceso a capital y a relaciones para la distribución y venta de sus productos.

Decir que hay que crear una nueva cuenca lechera en el estado de Tabasco, puede escucharse bien en un discurso político, sobre todo para los oídos de los tabasqueños, pero del discurso al desarrollo de una cuenca lechera sustentable y exitosa hay una distancia enorme.

Jalisco es el principal productor de leche de ganado de agostadero y pastoreo en el país, lo que le puede dar las condiciones para crecer en el sector lechero, pero en estados como Tabasco, donde efectivamente sobra el agua, por décadas se ha devastado la selva tropical para crear agostaderos para ganado de carne, con niveles de productividad más bien bajos y a un costo altísimo para los ecosistemas.

La poco productiva ganadería para la producción de carne es, de hecho, la principal causa de devastación de las selvas tropicales en México, cuando estados como Michoacán, Sinaloa y Sonora, ha demostrado cómo se puede lograr una producción frutícola, hortícola, de granos y de carne con muchísimo mayor éxito, orientada además en gran medida a la exportación, aprovechando el mercado norteamericano y el de otros países.

Además de todos los problemas que hay que resolver en el llamado “sector social” dedicado al ramo agropecuario, el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador está manejando la idea de la autosuficiencia alimentaria de México, una política que se manejó en el siglo pasado, pero que en la actualidad con la globalización mercantil, el mercado agrícola y pecuario internacional tiene un gigantesco intercambio de productos, en el cual cada país busca ser competitivo en los productos que le son más rentables.

Si se aplica esta política se impulsa la producción con base en la demanda de los mercados; pero si se aplica la política de autosuficiencia alimentaria, podemos tener productores mexicanos de maíz tratando de competir con los productores de maíz de Arkansas, lo que resulta en que, a menos que se bloqueen las exportaciones, algo que es sumamente difícil, o se subsidie con dinero gubernamental a los productores, muchos cultivos tradicionales son irrentables.

Hasta ahora, salvo las declaraciones presidenciales en torno a la cuenca lechera, no hay indicio alguno de que se esté proyectando la generación de un mejor modelo de producción agropecuario para La Laguna, aprovechando lo que actualmente existe, que es muy importante, no sólo a nivel regional sino nacional e inclusive internacional.

La experiencia salinista del llamado Plan de la Nueva Laguna fue lo suficientemente desastroso como para aprender todo lo que no se debe hacer; ahora están abiertas las expectativas en los medios ejidales, mientras que el sector empresarial privado hay cierta incertidumbre por saber qué políticas concretas tratará de aplicar el nuevo gobierno, el cual ha abierto muchísimos frentes a la vez.

¿Cuándo le tocará la definición al nuevo proyecto agropecuario, si se llegara a dar? Nadie lo sabe.

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