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El blues del hombre en constante movimiento

Cultura / Cultura Principal / 27 mayo, 2019

Roberth Johnson y el documental de Netflix Devil at the crossroads

Por: Daniel Herrera

Escritor y músico lagunero
Twitter: @puratolvanera

El mito es tan grande que ya rebasó fronteras. Un músico mediocre que llega a una encrucijada y espera ahí a la media noche. Entonces aparece Satanás, quien le afina su guitarra y le ofrece enseñarle los secretos de la música a cambio de su alma. El músico acepta, porque es más importante convertirse en un artista importante y virtuoso que la salvación eterna.

Esta historia, que se ha contado una y otra vez, regresa a la televisión gracias al documental de Netflix en donde aborda la vida de Robert Johnson, quizá el más importante bluesman que ha dado Mississippi al mundo: ReMastered: La encrucijada del diablo.

A pesar de que los mitos son siempre atractivos y fascinantes, la vida real, mientras se va develando paso a paso, termina imponiéndose y, a veces, es mucho más interesante que la ficción.

Por años, la existencia de Johnson estuvo oculta por una bruma de misterio, ahora se tienen más datos sobre su vida y se puede esbozar muchos momentos importantes de ella.

Eso es lo que hace el documental de Netflix y no tiene mucho caso narrar aquí aquello que ya está en esa plataforma.

Para mí, además de la narrativa y la estética visual, lo que no cuenta este documental es justo lo que se vuelve importante.

Ya sea porque dura menos de una hora, o por mantener cierto misterio, o por incluir la mayor cantidad de voces posibles, el documental deja fuera algunos elementos que creo pueden dibujar mejor la vida del compositor.

Uno de ellos son las razones económicas que empujaron a Johnson a viajar de una ciudad a otra. El documental lo aborda, pero me parece que apenas hace una aproximación. El músico debió vivir en constante movimiento por la sencilla razón de que tenía hambre. Es por eso que también cantó un montón de canciones populares de la época. En otras palabras, Johnson, el gran innovador del blues de Mississippi, tuvo que satisfacer las necesidades específicas del público.

Me parece muy significativo que el compositor tuviera que intercalar canciones propias con hits del momento. Al final, el camino hacia el éxito se construye subiendo los peldaños ya construidos por otros.

Otro momento que casi no es explorado por el documental, tiene que ver con el fragmento más famoso de la vida del blusero: el mito de cómo logró convertirse en un gran guitarrista, con una técnica novedosa y una serie de canciones sobre sexo, desgracias amorosas o historias sobrenaturales.

Me sorprende que el documental no enfatice que es posible mejorar técnicamente en un año con trabajo constante y una marcada obsesión por practicar todo el día. En cambio, prefiere navegar sobre la posibilidad de que el encuentro con Satanás fue real.

Por supuesto, para Johnson fue muy ventajoso difundir la historia del intercambio con el demonio. Toda publicidad es buena, incluso hasta la mala publicidad.

Lo que no comprendo es, ¿de qué sirve perpetuar el mito? ¿A quién le conviene? ¿Seguirá vendiendo discos? Las animaciones del documental son profesionales y atractivas, pero eso de ponerle al guitarrista, en todo momento, un par de cuernos demoniacos me pareció un poco ridículo.

Lo que se puede atisbar a través de lo que vemos en Netflix es que Johnson decide un camino alterno en un contexto complicadísimo, donde si eras negro pobre tenías sólo dos opciones: o trabajabas la tierra o morías de hambre. Queda claro que la música se convierte en el único escape posible ante la miseria que lo rodea. Y también es muy sencillo suponer que Johnson hizo todo lo posible por alcanzar reconocimiento. Fracasar significaba regresar al camino de la plantación y la pobreza.

Para conseguirlo, el músico grabó, en dos ocasiones, 42 canciones con las cuales consiguió algunos dólares y la sensación de ir por el camino correcto. Esas grabaciones son el único legado que dejó y al cual se aferraron con obsesión un montón de músicos que siguieron la tradición instituida por Johnson. La lista de deudores de Robert es larga y todavía en este momento sigue influyendo a muchos.

A pesar de los éxitos, Johnson tenía cierta vena autodestructiva. Tal vez fue por su complicada niñez o sus fracasos matrimoniales que terminaron con la muerte de dos esposas por causas ajenas a él. La cuestión es que, durante esos interminables viajes a lo largo de la costa este de Estados Unidos, el músico coqueteó con la muerte tanto por un marcado gusto por beber como por involucrarse con toda mujer que pudiera, incluyendo a las casadas.

A los 27 años, fue asesinado por un celoso marido, quien lo envenenó. Tres días tardó en morir entre terribles dolores.

Algunos afirman que Johnson fundó el club de los 27, haciendo una forzada comparación con artistas como Amy Winehouse o Jimmy Hendrix. Más allá de la obsesión por encontrar paralelismos donde no los hay, la temprana muerte de Johnson sólo sirvió para agregar más misterio a su propia vida.

Para mí, intentando diluir la niebla, veo a un joven ambicioso que hizo lo que pudo con las pocas herramientas que tuvo. Creo que logró mucho más de lo que habría imaginado.

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Redacción




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