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Primero el dinero

Opinión / 30 abril, 2019

Por: Marcela Valles

Al escribir esta colaboración se está cerrando la cuaresma y no está de más un comentario de carácter religioso, que igual sirve para quien no profese religión alguna.

En la lectura evangélica correspondiente al lunes de semana santa, Juan, “el apóstol que Jesús más amaba”, como se define a sí mismo, hace una narración bastante interesante sobre la condición humana, que ilustra sobre el poder corruptor del dinero.

Juan narra que Cristo fue a visitar a Lázaro, al cual había resucitado, y fue recibido en la casa de éste por María Magdalena, quien saca un frasco de perfume puro de nardo, con el cual le lava a Cristo los pies y se los seca con su propio cabello.

Qué imagen tan sugestiva; de sólo imaginarla evoca muchas cosas.

Mientras María Magdalena lavaba los pies de Cristo con perfume (se le lavaban a alguien los pies cuando estaba limpio de su cuerpo, de acuerdo a las costumbres de la época, así que era más bien un acto de alabanza), Judas Iscariote, comenzó a renegar, cuenta Juan, afirmando que ese perfume era demasiado costoso y equivalía al jornal de todo un año, entonces era mejor venderlo y dar ese dinero a los pobres.

Juan comenta entonces en su evangelio que a Judas le preocupaba porque “era el encargado de la bolsa y era ratero”, “a él los pobres le tenían sin cuidado”.

Pues viene uno a enterarse que este Judas Iscariote, quien ya sabían que sería el traidor y entregaría a Cristo a los sumos sacerdotes, era el tesorero del grupo que seguía a Cristo, pero era ratero, según lo afirma textualmente Juan.

Cristo les pide que dejen en paz a María Magdalena, pues ese perfume lo debía tener para su entierro, además a él lo tendrían ya muy poco y los pobres seguirían teniéndolos. No dijo que siempre pero se sobreentiende.

El encargado del dinero fue entonces quien, por 30 monedas de plata, entrega a Jesús sólo unos días después.

La enseñanza es contundente: Judas es traidor porque ama el dinero, al grado de robar “la bolsa” de los apóstoles, en consecuencia su pecado era la avaricia, el más común de los pecados en nuestros días.

Si tienes a alguien avaricioso a tu lado, que ama tanto el dinero como para ser ratero, te traicionará en la menor oportunidad que tenga, incluso entregándote a tus peores enemigos, aquellos que han conspirado para matarte.

En mi entender, al mundo de hoy le mueve la avaricia, y al de ayer, y al de antier, ¿y al de mañana?

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