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Prensa fifí: “fantoches, sabelotodo, hipócritas, doble cara”

Análisis Político y Social / Opinión / Opinión Principal / Slider / 30 abril, 2019

 Por: Marcela Valles

El presidente aumenta cada vez más el tono de descalificación hacia los medios que mantienen una postura independiente y crítica, distinta a la suya. Ha llegado inclusive al uso de insultos y amenazas veladas al determinar que hay medios que buscan perjudicarlo cuando cuestionan las acciones del gobierno federal, advirtiéndoles que el mismo pueblo les reclamará por su falta de bjetividad. A este grupo indefinido de medios y periodistas él los llama “prensa fifí”.

De pronto alguien se planta frente a ti, que eres periodista, y te dice “fantoche, sabelotodo, hipócrita, doble cara” y enseguida te dice que “No existen odios, no es una consigna; es ventilar las cosas” y luego, a manera de remate te señala que “…sí es prensa fifí y sí es conservadora y sí hacen cuestionamientos sin ton ni son”, porque él tiene el derecho de decirlo; “es garantizar el derecho a disentir”.

Entonces tú, a través de tu medio le puedes responder en el mismo campo: no me ofendes sino que te estás describiendo a ti mismo como nadie más puede hacerlo, no hay rencores, no hay consignas, sólo estoy ejerciendo mi libertad de expresión, consagrada en la constitución que nos rige y la que tú tienes que acatar a manera de ejemplo si dices que te sobra solvencia moral.

El problema grave es que esto es un diálogo entre un presidente que tiene cuatro meses formalmente en el poder y los medios de comunicación que a él no le gustan.

Para comenzar, los cuatro adjetivos que empleó son insultos, no réplicas, porque la réplica implica que des tu versión y tu opinión de los hechos, pero con una argumentación seria y contundente.

El adjetivo fanchote, de acuerdo al diccionario, tiene varias acepciones: títere, muñeco, mamarracho, pero la de empleo más común en México es de una conducta informal que implica una falsa ostentación. Se dice popularmente que alguien es fantoche cuando tiene un comportamiento con el que ostenta algo sin poseerlo, o que poseyéndolo hace un alarde burlesco de ello.

Sabelotodo tiene un significado más simple: se dice de quien que se comporta como si precisamente lo supiera todo, lo cual se da por sentado que es imposible e implica arrogancia, vanidad.

Hipócrita: que finge o aparenta lo que no es o lo que no se siente, que sería lo mismo que el cuarto adjetivo de doble cara.

Andrés Manuel López Obrador estaba en una mala semana, la tercera de marzo: por primera vez recibió de una parte de los asistentes una rechifla popular en el evento de inauguración del nuevo estadio de beisbol de los Diablos Rojos en la Ciudad de México, así haya sido orquestada por opositores políticos o una genuina expresión de descontento popular.

Le dieron justo donde le duele, pues considera haber sido él mismo un buen jugador de Beisbol y es el deporte de sus amores, a cuya promoción, en medio de la “austeridad republicana”, le ha asignado 500 millones de pesos, apenas poco menos de lo que le quitó a las estancias infantiles.

Después el disparate de pedir la disculpa del rey de España y el papa por lo de la conquista de hace 500 años le atrajo, ahora sí, una andanada de críticas y memes. No faltó el conocido escritor español Arturo Pérez-Reverte, uno de los escritores más leídos en habla hispana, quien, muy en su estilo e ideología, publicó en las redes: “Que se disculpe él que lleva apellidos españoles. Si este individuo se cree de verdad lo que dice, es un imbécil. Si no se lo cree, es un sinvergüenza”.

Todo indica que también hay límites en lo de decir o proponer disparates, porque puede desatar una reacción masiva, como ha sido el caso.

Pero al margen de que haya tenido o no una mala semana, López Obrador es un hombre que recurre muy fácil al insulto y la descalificación, siempre con la maliciosa advertencia previa de que no hay rencores ni odios, que nada más hay que decir las cosas como son.

Lo delicado es que un presidente de la república es responsable de cada una de sus palabras, pues éstas tienen la repercusión que su investidura conlleva y él ha estado pisoteando las formas desde el primer día que llegó al poder.

¿Lo hace por ingenuidad? ¿Ingenuidad en un político que lleva en el oficio 45 años? Definitivamente no. Lo que hace él, con cierta sorna y estilo ladino, está premeditado y lo hace porque considera que le redunda algún tipo de beneficio.

Está claro que tiene la piel muy delgada en asuntos de crítica; que tiene una tendencia autoritaria y también peca de arrogancia, empleando, como se dijo, ese estilo ladino, donde se utiliza el “con todo respeto, eres un estúpido”.

Dice que no es rencoroso, pero nunca olvida una vieja ofensa o alguna cuenta pendiente.

Si algo le incomoda, se mofa de ello; hace algún chiste o algún juego coloquial de palabras, pero si le ofende, su reacción inmediata es el insulto, lo cual se puede ver en innumerables ocasiones a lo largo de toda su carrera política, sólo que ahora tiene todo el poder y una audiencia superiormente masiva.

Andrés Manuel López Obrador goza hoy de un ranking de popularidad que estaba, en la última medición, sobre el 80%, altísimo si se le compara al desastroso nivel que tenía Enrique Peña Nieto, pero Vicente Fox en sus primeros años estaba en un nivel del 70% o un poco más en su primer año, sin tener una rueda de prensa mañanera diaria de hasta hora y media.

Está en su punto climático, pero ya en marzo el entorno político-económico, sobre todo económico, comenzó a aportar información desfavorable, inquietante, lo que está propiciando necesariamente que estén proliferando opiniones de analistas y notas periodísticas que, de un modo u otro, están llegando a los diferentes medios sociales.

En lo político también están surgiendo muchas decisiones polémicas sobre temas muy sensibles: retiro de apoyo a madres trabajadoras, a mujeres víctimas de la violencia, a gente que necesitaba de la asistencia de comedores públicos, a miles de organizaciones de la sociedad civil que hacen un gran trabajo. Les retiraron los apoyos justificando todo con el tema de la corrupción, pero en la práctica es la eliminación de todos los programas de asistencia creados por los gobiernos anteriores.

Lo de la abierta oposición de las organizaciones de la sociedad civil es tema aparte, porque muestra a un gobierno populista que desea una relación asistencial directa con ciudadanos en condiciones de vulnerabilidad, no a una sociedad civil organizada, pensante y crítica, que no es políticamente controlable y cuyos liderazgos provienen de la clase media o del medio popular y que son gente informada, independiente.

Hasta ahora, el único programa asistencial que está funcionando ya es el de los adultos mayores de 68 años, pero porque ya existía un padrón establecido, lo que facilitó mucho el poder implementar el incremento. Llevará meses poner a funcionar todos los demás programas y se tendrán que hacer ajustes importantes, porque sencillamente las cuentas no están saliendo.

Los medios de comunicación no pueden seguir con esta dinámica sin perder audiencia y credibilidad, pero el presidente se ha habituado a tener gratuitamente un foro de hora y media diaria de una prensa complaciente y a modo, pero a todos sus críticos y a quienes ejercen un periodismo independiente e imparcial los llena de insultos y los trata de descalificar moralmente, como hace con todos sus opositores

Los medios de comunicación no pueden seguir la intención presidencial de “marcar línea”, como se dice en el medio, porque la información objetiva que sale de las “mañaneras” necesariamente se va volviendo pobre y va saturando al lector, radioescucha o televidente, por lo que se tienen que buscar otras fuentes: investigar, corroborar, dar voz a los opositores.

Hay otro aspecto muy importante, digamos que crucial. Andrés Manuel López Obrador tiene la idea de que su gobierno puede reducir a casi cero el gasto publicitario y los medios de comunicación son empresas que viven del ingreso publicitario principalmente, porque los demás ingresos, como la venta del periódico o revista, en los casos de medios impresos, son proporcionalmente muy bajas, considerando el enorme incremento en los costos de producción, mientras que el radio y la televisión obtienen casi todos sus ingresos de la publicidad.

Si además el poco gasto gubernamental se canaliza en gran medida a los medios “orgánicos” de la izquierda que encabeza López Obrador, como de hecho está comenzando a suceder, entrará en funciones la máxima porfirista: “A los amigos justicia y gracia; los enemigos con la justicia tienen”.

Para los amigos del nuevo gobierno hay justicia y gracia en la distribución del gasto gubernamental, pero para los demás hay adjetivos insultantes que buscan la descalificación y la contención; de no obtenerse se puede pasar a la utilización de otros medios más intimidantes que están a disposición del Estado y, por supuesto, todo va a ser sin odios y rencores, porque es un hecho que el tono está subiendo y los adjetivos ya no se miden.

Gran parte de los reporteros que forman el grueso de la asistencia a las “mañaneras”, son periodistas de bajo perfil, que, a elección del propio López Obrador, hacen preguntas muy a modo y poco o nada incisivas sobre los temas tratados. Cuando alguno se ha puesto realmente incisivo, como fue el caso del tema sobre la reunión “en lo oscurito” con el yerno de Donald Trump en la residencia particular de un directivo de Televisa, López Obrador pide tregua y evade entrar a fondo en los cuestionamientos.

Los medios de comunicación no pueden seguir con esta dinámica sin perder audiencia y credibilidad, pero el presidente se ha habituado a tener gratuitamente un foro de hora y media diaria de una prensa complaciente y a modo, pero a todos sus críticos y a quienes ejercen un periodismo independiente e imparcial los llena de insultos y los trata de descalificar moralmente, como hace con todos sus opositores.

Singularmente, si los medios de comunicación suben el tono de sus cuestionamientos y se emplean a fondo, puede darse lo que pasa ahora en Estados Unidos con Donald Trump, quien ataca abiertamente a medios de comunicación que son verdaderos baluartes de la libertad en su sistema democrático y gozan de una credibilidad y alcance de nivel internacional, mientras, por otra parte, tiene a sus medios preferidos; los demás son falsos, enemigos del país, corruptos y cuanto adjetivo le viene en gana.

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