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Francisco Jaime Acosta, un recuerdo de corrupción y fraude intelectual

Coahuila / 30 marzo, 2019

La historia de corrupción y deshonestidad Intelectual de Francisco Jaime Acosta, Director General de Desarrollo Institucional y Desarrollo Económico del gobierno municipal de Torreón.

Como gran parte de los actuales funcionarios de primer nivel del gobierno municipal que preside Jorge Zermeño Infante, Francisco Jaime Acosta, quien en su currículum se presenta como consultor en economía, negocios y desarrollo institucional, fue colocado como Director General de Desarrollo Institucional, por la principal y única razón de ser amigo de Zermeño Infante, al menos desde que formó parte de su primer gobierno hace 20 años.

Después del escándalo suscitado en torno a la Dirección General de Desarrollo Económico, donde se evidenciaron graves anomalías, denunciada por su propia titular, Andrea Salmón, quien renunció públicamente al cargo, el alcalde determinó fusionar la Dirección General de Desarrollo Institucional, que por cierto tiene funciones y una utilidad muy difusa, con la Dirección de Desarrollo Económico, ambas bajo la dirección del mencionado Francisco Jaime Acosta.

En su edición 24, la de septiembre de 1992, Revista de Coahuila denunció la corrupción y la deshonestidad intelectual de Francisco Jaime (en contubernio con Alberto González Domene, entonces funcionario con un puesto equivalente al de Director del IMCE), quien comenzaba a venderse en el medio como intelectual y experto en temas de economía y desarrollo institucional.

Sin importar tales antecedentes, cinco años después fue llamado por Zermeño Infante para formar parte de su gobierno y, en 2018, lo llama nuevamente para ocupar un dirección que parece creada a modo para el personaje, quien ahora se ocupará además de la Dirección General de Desarrollo Económico.

En pocas palabras, para limpiar la corrupción se ha colocado en Desarrollo Económico a un personaje probadamente corrupto y deshonesto.

Con la reedición que el tiempo amerita, reproducimos aquí aquel análisis de la ética literaria de Acosta, escrito en 1992 por Gerardo García, académico e investigador, y que expone, de forma contundente, quién es, intelectualmente, Francisco Jaime Acosta.

Con las manos en la solapa

*crítica cultural publicada en nuestra edición #24, en septiembre de 1992

Por: Gerardo García

El libro Miradas para un fin de siglo, de Francisco Jaime Acosta, recopilación de artículos periodísticos, editado por el Ayuntamiento de Torreón, bajo el sello de ENORME, constituye, sin duda, el más escandaloso fraude cometido en la historia de la cultura lagunera.

El autor del ilícito, dotado de una proclividad natural para la usurpación de textos ajenos, delito que demostraremos con pruebas irrefutables, pretende engañar a los lectores comarcanos escudándose en una falsa erudición que lo envalentona para pontificar sobre temas como “política mexicana, economía y empresa, panorama internacional, sociedad y estado, filosofía y religión, arte y literatura”, según lo afirma el anónimo autor de la cuarta de forros de “Miradas…”. Tales palabras hacen pensar que somos unos suertudos, pues habita en nuestro medio un portentoso intelectual que posee las virtudes de Gabriel Zaid, Luis Villoro, Enrique Krauze, Luis Cardoza y Aragón y Octavio Paz. Por desgracia, el examen del libro arroja un resultado deprimente: Jaime Acosta es un simple robasolapas, un plagiante cuartaforrero. Además, cuando se atreve a practicar la honestidad, emite opiniones errabundas que denuncian el conocimiento erróneo de los asuntos tratados. Procedamos con los hechos.

LAS VENTAJAS DEL ENTRECOMILLADO

El texto “Dos alternativas políticas” es claro ejemplo del torpe método empleado por el autor; únicamente se dedica a reproducir fragmentos de una entrevista a Octavio Paz publicada en “El Ogro Filantrópico”, en la cual el poeta afirma que las únicas alternativas políticas, luego de la matanza de “Los Halcones”, son la democracia y la dictadura. Tras llenar dos páginas en que abundan las comillas, el irritila, en vez de arriesgarse a establecer un juicio crítico, recurre a formular un incensario elogio: “La reflexión arriba citada muestra la gran acidez, clarividencia, inteligencia, ingenio del gran poeta mexicano que se revela también como uno de los grandes pensadores contemporáneos.” (p.35)

Por supuesto: ante la incapacidad intelectual para interpretar las ideas ajenas, resulta más fácil, repartir elogios vacíos de significado, pues ahorra los contratiempos que implica el pensar. Este fácil recurso lo empleará en repetidas ocasiones, como será visto después.

LA CARA FELICIDAD

“Dinero y felicidad” manifiesta, de manera indubitable, las creencias bioeconómicas de Jaime Acosta: así, preocupado por la miseria humana, se plantea la siguiente interrogante existencial: ¿Significa el dinero felicidad? ¿Qué tan importante es el bienestar material?” (p.199). Para responder a ese insondable acertijo, recurre a la dudosa autoridad de una encuesta efectuada en Estados Unidos; la conclusión a la que llega es iluminadora: merece citarse íntegra.

«Es por lo tanto erróneo afirmar que el ingreso por sí mismo conduce a la felicidad; es lo que el ingreso compra lo que puede causar que los individuos respondan que son más felices cuando tienen altos niveles de ingreso.» (p.200)

Por lo tanto para determinar la amargura provocada por los problemas de la mugrosa vida, tendremos que acudir a Hipermart y comprar, si el billete alcanza, diez kilos de filete marca Felicidad: el epílogo riñe, en profundidad metafísica, con las teorías de Ana María Rabaté: “Por lo menos, podemos estar seguros que el bienestar material juega un importante papel en la felicidad de los individuos” (p.201). Og Mandino, José López Portillo y Pablo Escobar Gaviria avalarían tan sentencioso apotegma.

FILOSOFÍA DE BOLSILLO

“El concepto filosófico del hombre” (vaya título para un artículo periodístico) pretende desentrañar la esencia de la naturaleza humana. Perogrullo, Jaime Acosta nos sorprende con una enceguecedora obviedad: “el hombre es un animal, primeramente; y, en segundo lugar, el hombre es un animal raro, de especie única.” (p.201) Pero no es todo; orondo por sus geniales dotes pseudofilosóficas, se desata en una insultante orgía de verdades archisobadas: “El hombre, con toda su debilidad, posee una arma terrible: la inteligencia.” (pp.201-202); “El hombres es -acaso sobre todo- capaz de reflexión (…) Puede pensar en sí mismo, se preocupa de sí mismo, se pregunta por el sentido de su propia vida.” (p.202); “El hombre descuella por encima de toda la naturaleza.” (p.202) “también parece ser el único animal que tiene clara conciencia de que ha de morir.” (p.202) En suma, el tautológico texto es un resumen escolar que, con lastimera audacia, ambiciona condensar, en dos ridículas páginas, veinticinco siglos de filosofía occidental. Tan grotesca osadía sólo es superada por el obsceno manual “Metafísica en 40 lecciones”. Otro suculento entremés: “La misión del hombre” nos concede paladear varias frase deliciosas: “No se puede ir imprudentemente en contra del destino que Dios ha inscrito en lo más íntimo de nuestro ser.” (p.210); imposible expresar, de manera más concisa, el determinismo religioso que niega el libre albedrio, uno de los puntos axiales del cristianismo. Enseguida transcribo un párrafo digno de Fulton J. Sheen, El Hermano Galván, y Jimmy Swaggart:

«Los hombres no tendrán reposo hasta el día en que hayan comprendido por qué razón han de vivir y morir. Ese día habrán afianzado en su existencia una corriente irresistible de fe y de certidumbre que les permitirá entregarse alegremente a la tarea de vivir.» (p.210)

¡Bendito seas, santo apóstol del optimismo, por habernos revelado el sentido de mi gris existencia! A partir de hoy, mis lecturas favoritas, las obras de San Agustín, Tomás de Aquino, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, serán sustituidas por tus páginas rebosantes de misticismo chatarra. También los artículos “La Puerta angosta”, “Iglesia y Estado” no le van a la zaga a los dos mencionados. En realidad, tales divagaciones encajan mejor en publicaciones ad hoc como son: Esquila misional, La familia cristiana, Aguiluchos o de perdida en las memorias del Movimiento Cursillista.

LA PRETENCIOSA IGNORANCIA

La sección final del libro fiscalizado ostenta el temerario título “Arte y literatura”; lo más risible es que todos los escritos que conforman este apartado hablan de literatura, pero ninguno de arte. Si el lector piensa encontrar alguna opinión sobre pintura, música, escultura, su búsqueda será vana. No hay duda: preferible ser modesto a caer en pomposidades innecesarias que sólo confirman una enconada ignorancia. “Realismo mágico” ejemplifica el desconocimiento sobre dicho movimiento, pues Jaime Acosta comete varias omisiones y un gran desliz. Veamos las pruebas.

«El boom es un movimiento literario que surge en toda América Latina representando otro tipo de realidad. Fue un florecimiento de la literatura que muestra la realidad social y la explica a través del método (sic) conocido como “realismo mágico”.» (p.232)

El boom fue, principalmente, un movimiento literario apoyado por el órgano cultural de la triunfante Revolución Cubana, la prestigiada Casa de las Américas, que impulsó la publicación de autores simpatizantes, en ese tiempo, con el régimen castrista: Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, por nombrar a los más connotados. Además también influyó la gran difusión que significó publicar en la importante editorial española Seix Barral, lo que permitió que la narrativa latinoamericana alcanzara nombradía transcontinental.

El desliz perpetrado por Jaime Acosta consiste en bautizar al “realismo mágico” de método; si en eso consistiera, cualquiera podría, mediante meras recetas, crear obras excelentes como Cien años de soledad, El siglo de las luces, La casa verde. Tales fórmulas serían más codiciables que la piedra filosofal. Por último, el término “realismo mágico” no fue inventado por ningún miembro del boom. Su creador fue el ensayista peruano José Carlos Mariátegui, quien lo acuñó en 1928 al reseñar el libro “Nadja” de André Bretón.

LAS TRIQUIÑUELAS DE UN PLAGIANTE PROFESIONAL

Llegamos, por fin, a la parte espinosa de nuestra acusación. Señalaremos los lugares en que sorprendimos al responsable de “Miradas…” en flagrante latrocinio.

  1. a) En “El Nobel y Octavio Paz”, fechado en diciembre de 1985, Acosta se indigna por el premio conferido al escritor francés Claude Simon, aunque sospechamos que desconoce la obra del autor galo. Para reparar el supuesto atropello, trata de justificar la calidad literaria de Octavio Paz, pero en vez de esforzarse por dar un juicio sobre su admirado poeta, comete un acto que, lo confieso, me parece repugnante: transcribe el texto íntegro de la cuarta de forros de “El laberinto de la soledad” sin molestarse por mencionar la fuente de donde la obtuvo, con la evidente y aviesa intención de hacerlo pasar, ante los ojos del engañado lector, como suyo; en poca palabras, Francisco Jaime Acosta ha cometido un descarado plagio. El que desee corroborarlo, coteje la página 224 de Miradas… con el susodicho texto.
  2. b) En el mismo artículo, en la página 235, de nuevo se atribuye un texto ajeno pero ahora de la cuarta de forros de Corriente Alterna, publicado por Siglo XXI. Aunque en descargo del Raffles lagunero, en este caso fue mesurado: sólo se agenció la mitad del texto.
  3. c) El modus operandi se repite en “Carlos Fuentes: lo nuestro”; tras una marejada de halagos al autor de Zona sagrada, única virtud que posee el irritila, detectamos otra anexión:

«El repertorio de referencias culturales de una de las últimas novelas de Carlos Fuentes, Terra Nostra, no se limita a abarcar la totalidad de los códices literarios de nuestro tiempo: incluye asimismo en prodigiosa síntesis, historia y pintura, lingüística, mitología, poética. Es para algunos paradigma fecundo de la escritura, de saqueo cultural de todo el ámbito de la lengua española, no es sólo la obra mayor de Carlos Fuentes, constituye también, sin lugar a dudas, uno de los grandes monumentos de la novelística escrita en nuestro idioma. (p.241)

«Jaime Acosta es un simple robasolapas, un plagiante cuartaforrero.
Además, cuando se atreve a practicar la honestidad, emite opiniones
errabundas que denuncian el conocimiento erróneo de los asuntos tratados.»

Sin embargo, en este caso el plagio presenta una nueva modalidad: el párrafo anterior es un resumen, no de la cuarta de forros, sino de la solapa del libro Terra Nostra, editado por Joaquín Mortiz. El Comandante Xerox ha perfeccionado sus perversos métodos: se “fusiló” sólo el inicio (desde “El repertorio de”, hasta donde leemos “mitología, poética”) y el final de la solapa (a partir de “Es para algunos paradigma…”) Tal vez creyó que así embozaría el hurto. El texto “saqueado” pertenece al escritor español Juan Goytisolo.

  1. d) El zalamero artículo “Fernando del Paso: nuevo gigante de las letras” es signo inequívoco de la nula capacidad crítica exhibida por el usurpador en cuestiones literarias. Así, entusiasmado por la novela Noticias del Imperio, articula un descomunal juicio: “Del Paso es sin duda alguna el nuevo gigante de las Letras Mexicanas. Enseguida algunas razones que apoyan lo anterior.” (p.251) Pero en vez de apoyar su torpe aseveración en criterios contundentes, se limita a transcribir -de nuevo el evidente plagio- la ficha biográfica de Del Paso que aparece en la citada novela. Después el impostor afirma: “Habiendo leído únicamente la más reciente de sus obras, le dedicaremos un espacio mayor. Para las dos primeras recurriremos a las opiniones orientadoras de dos especialistas.” (p.252) ¿Cómo es posible que alguien pretenda instaurarse en conocedor supremo de la producción literaria mexicana, si ni siquiera ha leído toda la obra de su ensalzado? El resto del lamentable artículo es una reseña de las opiniones, estas sí originales, de Sara Sefchovich y Fábienne Bradu. Pero, ya aclimatado en las faenas anexionistas, se adjudica parte del texto de su manoseada cuarta de forros de Noticias del Imperio (segundo párrafo de la página 253 de Miradas…).
  2. e) Prueba palmaria de que Francisco Jaime pasa por escritor a costa de los demás, la encontramos en “Juan Rulfo: narrador excepcional”, donde impúdicamente reincide en su manía cuartaforrera; con singular destreza, hurta sólo la porción del texto que, al mismo tiempo lo acredite de profundo conocedor de “El llano en llamas” y no lo ponga en vergonzosa evidencia. Invito al lector a que revise la edición del libro mencionado con fecha de 1985, impreso por el Fondo de Cultura Económica, en su “Colección Popular” y lo compare con la página 237 segundo párrafo de “Miradas…” si usted tiene la suficiente curiosidad, hará el siguiente hallazgo: el burdo señor Astrain omitió las líneas que lo hubieran desenmascarado: “El propio Rulfo ha dispuesto el orden de los cuentos en esta edición y entre ellos reaparece, tras larga ausencia, ‘Paso del Norte’. También ha corregido, mínimamente, los textos.”

En conclusión, Francisco Jaime Acosta actúo con todas las agravantes, sabía perfectamente que su única posibilidad para ingresar al gremio de los escritores era cometer la máxima abyección, la peor deshonestidad: el plagio.

Andrea Salmón renunció públicamente a la Dirección General de Desarrollo Económico denunciando una grave corrupción. El alcalde determinó fusionar la instancia con la Dirección General de Desarrollo Institucional, que por cierto tiene funciones y una utilidad muy difusa, ambas bajo la dirección del mencionado Francisco Jaime Acosta.

NO TIENE LA CULPA EL INDIO SINO GONZÁLEZ DOMENE

¿Cómo es posible que un libro tan deleznable como “Miradas para un fin de siglo” haya encontrado editor, y lo más condenable, que con los impuestos de los torreonenses se promueva la piratería intelectual? La razón es sencilla: La Comisión de Arte y Cultura del Ayuntamiento es regenteada por el ubicuo Alberto González Domene, miembro de “la cofradía de la mesa sabatina de los manteles amarillos” a la cual también pertenece Francisco Jaime Acosta, como éste lo confiesa (p.204).

Incluso el inculpado le dedica un encomio inaudito: “Alberto González Domene: artífice de la palabra”. Donde lo compara, sin ruborizarse, con ¡Mallarmé, Rimbaud, Válery Paz y Borges! A propósito de “Monadas Metáforas”, simpática plaqueta que la Universidad Autónoma de Zacatecas editó en un acto de altruismo e ingenuidad. Claro que los elogios tienen un precio; Jaime Acosta se los cobró a su cuate Domene y éste, para esos son los puestos burocráticos, cargó la cuenta al erario municipal. Todo queda en familia. En el número anterior de Revista de Coahuila (25, agosto de 1992) fue criticado otro esperpéntico bodrio y ENORME engendro: “Caminos de ayer”, cuyo autor también es amigo del parcial Domene. Entonces comprendemos que la política editorial del Ayuntamiento se rige por criterios ajenos a la calidad requerida para que una obra merezca ser publicada. Lo único importante es ser miembro de la corte presidida por el Zar de la cultura lagunera. Sin embargo, como hemos visto, los resultados han sido desastrosos. En cambio el proyecto editorial del Patronato del Teatro Isauro Martínez ha editado obra de escritores profesionales: Manuel Plana, Saúl Rosales, Salomón Atiyeh, Jaime Muñoz, entre otros; todos ellos comprometidos con el oficio escritural, que han dedicado un largo tiempo a crear una obra propia, original, sin necesidad de recurrir a medios condenables. Cualquier escritor, así sea el poeta ultracursi o el cuentista poco talentoso producen una obra de mayor valía por auténtica, pues tienen el valor de publicar, con su firma, sus propios trabajos. Sin duda, Francisco Jaime Acosta y su cómplice Domene creyeron que el peculado pasaría inadvertido, pues ya que los torreonenses leen poco, nadie detectaría sus turbias maniobras. Estamos seguros de que nuestra labor profiláctica detendrá posteriores brotes de plagiofilia.

Francisco Jaime Acosta, Miradas para un fin de siglo. ENORME, 1992, 284 pp.

¿Cómo es posible que un libro tan deleznable como “Miradas para un fin de siglo” haya encontrado editor, y lo más condenable, que con los impuestos de los torreonenses se promueva la piratería intelectual?

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