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¿Vamos a pagar en Coahuila por una política migratoria errónea?

Análisis Político y Social / Opinión / 1 marzo, 2019

Por: Álvaro González

¿Está México actuando de manera inteligente ante el problema migratorio centroamericano? ¿Quién va a pagar las consecuencias que está teniendo ya la internación, organizada y sistemática, de caravanas de miles de migrantes que se están acumulando en las ciudades fronterizas?

Vayamos a una situación concreta: Piedras Negras, Coahuila e Eagle Pass, Texas. Hasta el inicio de este mismo año de 2019 había en México dos pasos terrestres estables y cómodos hacia los Estados Unidos: Piedras Negras, Coahuila, en el noreste y Nogales, Sonora, en el noroeste.

Todas las ciudades fronterizas de Tamaulipas están sumamente complicadas por el crimen organizado; Ciudad Juárez además del crimen organizado es ya caótica y Tijuana se encuentra en la misma situación.

Para acceder a San Antonio o a Houston, Texas, el paso Piedras Negras-Eagle Pass era la opción, porque Coahuila históricamente nunca ha tenido una frontera conflictiva y sí una convivencia bastante armónica con el vecino estado de Texas que, cabe decir, fue parte de Coahuila por todo el periodo colonial.

El norte del estado vive, desde hace algunos años a la fecha, una bonanza laboral, por la cual existe una muy alta oferta de empleos, tanta que muchas de las empresas enfrentan problemas fuertes de rotación de personal, debido a la cantidad de opciones de empleo que existen y a la competencia que se da.

Quitando el periodo del desastroso gobierno de Humberto Moreira, la mayor parte del crimen organizado, que tenía una presencia reciente y tolerada por ese gobierno, ha sido eliminada. Hay problemas, pero la convivencia social fue cobrando su normalidad en el transcurso de los últimos siete años.

De pronto, en la primera semana de enero, el gobierno federal permitió y orientó hacia Piedras Negra una caravana de 1,700 centroamericanos, que incluye una gran cantidad de mujeres y menores de edad.

Piedras Negras es una población de sólo 150 mil habitantes, en números cerrados. Si a los 1,700 de la caravana se suman varios cientos más que han ido llegando por su cuenta, se han acumulado más de 2 mil migrantes, a los cuales hay que dar albergue, comida, servicios, atención médica y vigilancia.

El problema grave es que estos dos mil migrantes no van a pasar a los Estados Unidos, al menos no mientras esté en el poder Donald Trump, quien, perversamente y muy dentro de su esquizofrenia y populismo, está creando una crisis humanitaria en la frontera mexicana para imponer su decisión de construir un muro, lo cual es una locura en Coahuila no sólo política sino geográficamente debido al Río Bravo, a la Presa de la Amistad y a los parques nacionales que existen en ambos lados de la frontera.

Eso lo sabe perfectamente el nuevo gobierno mexicano y su canciller Marcelo Ebrard, quienes están manejando una política migratoria que pareciera estar orquestada por el propio Donald Trump en persona, para impulsar sus planes esquizoides.

El problema es que son las ciudades fronterizas del norte quienes van a enfrentar la crisis humanitaria que está en puerta, no la capital del país, ni las ciudades por donde pasan las caravanas, ni siquiera la frontera sur, porque también finalmente sólo es una zona de paso.

Tijuana ya la está enfrentando. El alcalde de la ciudad, Juan Manuel Gastelum, de extracción panista, planteó la problemática de una crisis humanitaria y afirmó que no gastará el dinero de los tijuanenses para atender a los migrantes, pues ese dinero está destinado a los servicios y obras de la ciudad, pero además estas caravanas están colapsando la frontera, complicando el paso de decenas de miles de mexicanos que trabajan en Estados Unidos; perjudicando el turismo y provocando una situación social tensa.

Los miles de migrantes tienen que esperar meses antes de siquiera tener una cita con algún funcionario norteamericano de migración, pero el sistema de aduanas norteamericano tiene instrucciones de bloquear esa migración y retenerla en México.

Lamentablemente algo parecido sucederá en Piedras Negras, pues Tijuana es casi trece veces más grande que Piedras Negras y tiene esos problemas.

Ante la irritación de los tijuanenses, un magistrado giró una absurda orden judicial prohibiendo al alcalde Gastelum hablar públicamente del problema migratorio.

En el caso de Piedras Negras el alcalde es un priista que se pasó, después de un turbio acuerdo, a Morena para ocupar el cargo por tercera vez, pero ahora se encuentra entre dos frentes: el reclamo que va a comenzar a surgir de la población nigropetenses y las indicaciones del gobierno federal.

El gobernador del estado, Miguel Riquelme Solís, ya ha declarado que se atiende a esta primera caravana de 1,700 migrantes, poniendo todos los recursos necesarios y vigilando el respeto de los derechos humanos, pero blindará el estado para evitar que ingresen al mismo más migrantes y se presente una crisis humanitaria, que perjudicaría directamente a los habitantes de las ciudades fronterizas.

En la opinión de varios analistas norteamericanos, Donald Trump espera que en el transcurso de los próximos meses la llegada del éxodo centroamericano, al que se han ido sumando inclusive haitianos y africanos, va a generar una situación potencialmente explosiva en la frontera, lo que le daría argumentos en su lucha política contra los demócratas, quienes se han negado rotundamente a proporcionarle recursos financieros para construir un muro en la enorme frontera con México.

Lo que se está haciendo ahora con la migración centroamericana lejos de ayudarles, inclusive a ellos mismos, les perjudica y perjudica tanto o más a los mexicanos, especialmente a las ciudades fronterizas en el corto y mediano plazo.

LOS INTERESES DE MÉXICO

Observadores y expertos en materia de migración y derechos humanos de la ONU, tienen una visión bastante más clara de la que presentan la mayoría de los medios de comunicación en México, con excepción de los medios de los estados norteños, quienes están pagando las consecuencias de las políticas migratorias de su propio gobierno federal.

La idea central es que México se está disparando un tiro no en el pie sino en una pierna.

Desde mediados del siglo pasado, la migración hacia Estados Unidos ha sido la válvula para reducir la presión social en México.

Actualmente se estima en al menos 30 millones el número de migrantes mexicanos y familiares de los mismos que radican en los Estados Unidos, pero pueden ser varios millones más, debido a que una parte importante son indocumentados y están legalmente en una situación irregular.

La ciudad de Los Ángeles, California, es, después de la ciudad de México, la urbe que concentra un mayor número de mexicanos, con más de cinco millones.

Las remesas que envían los migrantes a sus familias radicadas en México, rompió su récord histórico el pasado año de 2018 y alcanzó el equivalente a 660 mil millones de pesos, cerca del 15% de la economía mexicana.

Gobiernos como el de Guatemala ya han denunciado que todas estas caravanas migratorias están siendo manipuladas políticamente: comenzaron justo cuando Donald Trump las necesitaba y han continuado mientras éste no logra sus propósitos.

Para México tener una frontera estable con Estados Unidos y mantener las condiciones para que se pueda seguir dando este flujo migratorio es un asunto estratégico de primerísima importancia. En términos pragmáticos es el tema principal de la agenda diplomática con Estados Unidos, seguido por los acuerdos comerciales.

Por más esquizoide y antimexicano que sea, Donald Trump deberá estar terminando su periodo gubernamental en dos años, que es un tiempo cortísimo en términos de la historia migratoria de la frontera México-Estados Unidos.

México puede ayudar en algo a la solución de la problemática de los pequeños países centroamericanos, pero no va a resolver su problemática de fondo, sí en cambio su gobierno tiene la obligación de ver primeramente por los intereses de los mexicanos y lo que está haciendo y dejando de hacer no ayuda en nada, por el contrario, está contribuyendo a potenciar una situación explosiva.

A partir de su experiencia como diplomático, Octavio Paz dejó escrito algo que muy pocos se han atrevido a expresar: el problema de los países centroamericanos es que son inviables. Geopolíticamente todo Centroamérica debería ser un solo país.

El otro gran problema de Centroamérica han sido el populismo y los movimientos de izquierda y de extrema derecha, que se han convertido en gobierno fallidos y han generado guerras absurdas, en las cuales Cuba y los Estados Unidos tienen una gran responsabilidad histórica.

Trump pasará, pero nuestra frontera con el país más poderoso del mundo seguirá ahí.

Lo que se está haciendo ahora con la migración centroamericana lejos de ayudarles, inclusive a ellos mismos, les perjudica y perjudica tanto o más a los mexicanos, especialmente a las ciudades fronterizas en el corto y mediano plazo.

Gobiernos como el de Guatemala ya han denunciado que todas estas caravanas migratorias están siendo manipuladas políticamente: comenzaron justo cuando Donald Trump las necesitaba y han continuado mientras éste no logra sus propósitos.

Lo sensato para los propios centroamericanos sería dejar que pase el gobierno de Trump y continuar con una migración espontánea, no en grandes masas, orquestada por líderes que, finalmente, les están utilizando.

Si hay una explosión migratoria en la frontera con México, ésta se cerrará cada vez más. En su buena voluntad e ignorancia, los propios centroamericanos también se están pegando un tiro en el pie, o en la pierna.

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Redacción




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