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La Jabonera, víctima de la mezquindad política

Coahuila / Coahuila Principal / Slider / 2 febrero, 2019

Por: Álvaro González

Inconcluso, sin personal ni presupuesto suficientes, sin el equipo artístico adecuado, dejado a su suerte y alejado de su propósito de reconstrucción social; así se encuentra el concurrido complejo deportivo y cultural “Jabonera” con la actual administración municipal.

La mañana es fresca y luminosa, aun parado al sol y abrigado no se siente calor, el cielo despejado pareciera más azul en este sábado de invierno. El lugar se aprecia radicalmente distinto; hace diez años aquí sólo había un hacinamiento pringoso, empolvado, sobre una calle descascarada que no llevaba a ninguna parte; hoy llega hasta aquí el nuevo Boulevard Laguna y el espacio es despejado, abierto.

Al fondo el caserío abigarrado entre dos cerros le hace mucha justicia a su nombre: Primera y Segunda Rinconada. Varias generaciones de torreonenses viviendo en el rincón más apartado de la ciudad, olvidados, perdidos entre callejones donde sólo entraban los vecinos y el crimen organizado había asentado un territorio inexpugnable que se atrevía a retar a cualquier tipo de autoridad.

Los capos fueron amos y señores de esta parte del poniente de Torreón, abandonada entre los cerros blanquecinos, mudos testigos de la desigualdad social.

Hoy, al frente de esas dos colonias perdidas, se ubica el Complejo Deportivo y Cultural La Jabonera, construido durante el gobierno municipal anterior. Su fachada de colores brillantes resalta con la luminosidad de esta mañana.

El complejo es considerado, por su magnitud y características, como la obra de su tipo más importante del estado de Coahuila y un referente en el norte de México.

Inspirada en las políticas aplicadas por el colombiano Sergio Fajardo en la ciudad de Medellín, para romper el círculo de la violencia, la marginación y la segregación social de los jóvenes en sectores de pobreza, el complejo se construyó para ofrecer a los más pobres lo mejor de la recreación deportiva y la cultura. Un esfuerzo audaz para buscar recomponer el tejido social, sumamente dañado por la marginación y la violencia.

Siguiendo una política que sólo se explica por la mezquindad partidista, el gobierno de Jorge Zermeño Infante no invirtió un solo peso para la conclusión de la única parte del complejo que quedó a punto de terminar: la biblioteca digital.

Despidió a todo el personal de servicios que pudo y a todo el personal administrativo, para remplazar a éste último con gentes recomendadas por los nuevos funcionarios.

Se redujo al mínimo el presupuesto y tampoco se ha invertido en equipamiento y mobiliario, pero lo más importante: no se dio seguimiento al desarrollo de un programa de intervención social para convertir a La Jabonera en un centro de convivencia e integración de los jóvenes de este sector de la ciudad.

El complejo fue construido sin escatimar recursos, con instalaciones de primera tanto en la parte deportiva como en la cultural. Es, como edificación, el centro cultural más importante con que cuenta el municipio; el único espacio arquitectónico diseñado exprofeso y con dimensiones que permiten albergar una actividad cultural muy amplia, masiva inclusive.

Existen espacios prácticamente para todas las artes, desde pintura hasta cine, pasando por la danza, el teatro, la escultura y la enseñanza de la música.

Ninguna institución, ni pública ni privada, dispone de espacios de estas características para la enseñanza de las artes.

 

SIN INVERTIR UN SOLO PESO

Pese a su calidad, las instalaciones de La Jabonera reciben un presupuesto mínimo. En el salón del taller de pintura se dispone solamente de una mesa muy larga con sillas de metal, pero no con caballetes adecuados sino con tripiés rústicos. Los salones de danza no tienen equipamiento alguno; las salas para la enseñanza de cine cuentan sólo con dos hileras de butacas rojas que parecen desecho de alguna sala de teatro.

Julio Carlos Ruiz, el único jardinero

En el primero de los salones de la parte alta tiene su cede la Orquesta Sinfónica Juvenil de Torreón, compuesta por cerca de 70 músicos, que es dirigida por el maestro Ethan Eager, en lo que parece el único grupo artístico de importancia que aprovecha el centro cultural.

Se ofrecen clases de muy diversos instrumentos musicales, pero no existe ningún programa para atraer a jóvenes del sector. Toda la concurrencia se da de forma espontánea, y tanto en la parte deportiva como en la cultural gran parte de los concurrentes y alumnos provienen de otros sectores de la ciudad, lo que es posible gracias a que la inseguridad esta en retirada desde hace algunos años.

Para hacer uso de las instalaciones y tener acceso a los diferentes talleres hay que pagar 100 pesos mensuales, aunque se puede hacer un pago familiar, hasta por 4 personas, de 150 pesos mensuales.

En octubre de 2018, el controvertido director del Instituto Municipal de Cultura y Educación, Elías Agüero, un proselitista del alcalde Jorge Zermeño y de oficio propietario de antros, ordenó que se suspendía el pago a todos los maestros de los talleres de artes que dependían de su dirección, debido a que se había terminado el presupuesto.

Ante las críticas se dio la indicación de que los maestros se pusieran en acuerdo con los alumnos para el pago de la enseñanza y, en consecuencia, continuaran los que pudieran.

En el caso de La Jabonera, el director del centro cultural, Francisco Javier Zamora, pudo continuar con todos los talleres que están funcionando, porque la mayoría de estos son autosuficientes o aportan una parte considerable del sueldo de los maestros, los cuales ganan un poco más o un poco menos de 2 mil 500 pesos por quincena, a razón de 200 pesos la hora clase.

En el caso de los talleres de instrumentos de orquesta, que son impartidos por músicos de la Camerata de Coahuila, se cobra a los alumnos una cuota mensual de 200 pesos y cada quien debe tener su propio instrumento.

La actividad musical, que es lo más importante que se realiza en el centro, en parte es debido a que su director, Francisco Javier Zamora, es licenciado en música y está muy relacionado dentro de este medio. El problema es que el único espacio equipado de este edificio tan amplio es su oficina.

Se promocionan quince talleres diferentes, pero no hay proyecto. El esquema de funcionamiento se limita a esperar que lleguen personas interesadas, se les cobra la cuota mensual, se imparten las clases de la forma más convencional y eso es todo.

Pensar en propuesta de vanguardia que incorporen a los jóvenes a una enseñanza seria de las artes y a través de las mismas sensibilizarlos para su reinserción social y acceso a bienes culturales y educativos es aquí una utopía.

Inclusive los horarios tanto de las instalaciones deportivas como culturales se encuentran burocratizados. El complejo se cierra el sábado a la una de la tarde y no se abre sino hasta el lunes a las siete de la mañana.

El sábado por la tarde y el domingo son los días donde se da más convivencia social, existe más tiempo libre, se puede acudir a eventos y se practica el deporte, pero sobre todo se pueden ofrecer diferentes eventos.

Julio Carlos Ruiz, quien es el único jardinero del complejo y habitante de una de las colonias próximas, comenta que en el 2017 había alrededor de 40 empleados en mantenimiento, jardinería y limpieza, todos ellos habitantes de las colonias aledañas, pero fueron despedidos al menos 25 de ellos. Lo mismo sucedió con los empleados administrativos del centro cultural.

Francisco Javier Zamora, director del Centro Cultural

“A mí me dejaron solo, yo le doy a todo el jardín, a lo mejor me dejaron porque pues yo le doy desde que llego hasta que me voy, no ando flojeando”. Julio Carlos gana apenas dos mil 300 pesos libres por quincena, llega a las 7 de la mañana y se va a las 2 de la tarde, de lunes a sábado.

–¿De dónde es la gente que viene a practicar deporte y a los talleres de artes? –le pregunto.

–Pues una parte son de aquí mismo de los alrededores, pero yo creo que la mayoría viene de otras partes, incluso de Gómez y de Lerdo, según me he fijado, sobre todo a lo que es la natación.

Esta misma apreciación la comparte Ricardo Farías Ramírez, uno de los dos coordinadores de natación del centro deportivo, que cuenta con una moderna alberca techada semiolímpica, equipada y climatizada, en la cual se puede aprender y practicar la natación durante todo el año.

Ricardo Farías estima en 600 el número de personas que acuden diariamente a la natación, en los dos turnos, quienes pagan una cuota de 150 pesos mensuales.

“Hay gentes de todas las edades, creo que una parte es de las colonias de aquí cerca, pero muchas otras personas son de otras colonias de la ciudad” y añade que el problema de la inseguridad ha desaparecido, por lo menos en La Jabonera no se ha tenido ningún problema desde que fue inaugurada.

“La concurrencia ha venido aumentando desde el 2015 cada año. En el 2015 venían alrededor de 450 gentes y en el 2018 ya son 600 gentes. Tenemos 8 instructores en la tarde y 4 en la mañana. Formamos parte del Programa Acuático Municipal, que depende del Instituto Municipal del Deporte. Tenemos desde bebés hasta adultos mayores”, menciona Ricardo, quien tiene 25 años de experiencia en la enseñanza de la natación.

El encargado de centro deportivo, Ricardo Marroquí, estuvo ilocalizable.

 

SIN PROYECTO Y SIN INTERÉS

Las instalaciones del centro deportivo se pueden apreciar en buen estado, pero la biblioteca digital, cuya obra se ubica a la entrada del complejo se quedó inconclusa; sólo le restan los acabados y, por supuesto, todo el equipamiento, pero no se le ha gastado un solo peso por parte del gobierno municipal durante 2018 y tampoco está proyectado invertirle en 2019, por lo que la obra se encuentra ahí, acordonada.

A un lado del complejo el gobierno estatal anterior construyó una escuela preparatoria y el actual gobierno estatal ha construido una cancha deportiva nueva, pero en la parte trasera de la preparatoria y del centro cultural hay un gran terreno, casi de las mismas dimensiones de todo el complejo o más grande aún.

Este proyecto del Complejo Deportivo y Cultural La Jabonera, que implicó una gran inversión, está originalmente contemplado para ayudar a restablecer el tejido social e impulsar le integración y el desarrollo de la población joven del sector más conflictivo e históricamente olvidado de Torreón.

Lo obligado es que existiera un gran proyecto de intervención, por medio del cual se le diera participación e involucramiento a los habitantes que rodean el complejo; algo innovador, con un presupuesto adecuado, no bajo el modelo obsoleto e ineficiente con que viene funcionando tanto el Instituto Municipal de Cultura y Educación como el Instituto Municipal del Deporte.

No se ha buscado la integración de la comunidad; no se ha convocado al medio artístico para desarrollar proyectos y tampoco se ha convocado a la iniciativa privada para invertir, a través de algún patronato o fundación.

El máximo evento cultural del 2018, previo a las elecciones del mes de julio, fue traer a la ciudad el montaje de la Capilla Sixtina, con un costo de 17 millones de pesos, por una estancia aproximada de dos meses. En su informe de gobierno, Jorge Zermeño Infante se refirió a este evento como “religioso”, cuando se supone que el propósito principal era artístico y para el cual sí convocaron a muchas empresas privadas para financiar una buena parte de los gastos.

Hay experiencias muy importantes en el norte de México como el proyecto “La Granja, camino verde”, que es un colectivo de artistas que trabaja, desde hace 19 años, en lo que fue una de las zonas perdidas de la ciudad de Tijuana, un verdadero inframundo de la miseria y la desintegración social.

Ahí han desarrollado un trabajo extraordinario para, a través del arte, generar un cambio social, pero ese arte se genera a través de la complicada y dura realidad de un mundo perdido integrado por alrededor de 45 mil personas.

No se trata de artistas encerrados en sus talleres, en su mundo, sino en un proceso inverso por el cual el artista se involucra con ese mundo y sus habitantes para llegar a un encuentro, donde ambos se identifican y el arte enriquece una realidad donde éste no parecía ni siquiera tener ningún sentido.

Un personaje como Elías Agüero, sin ninguna formación y compromiso profesional con el arte y la problemática social, dedicado a regentear antros y con un historial personal un tanto oscuro y mediocre, que llega a un cargo municipal estratégico por accidente y por la falta de sensibilidad de un político de derecha como Jorge Zermeño, no tiene ni la más mínima idea sobre lo que es un proyecto de intervención social a través del arte, en consecuencia no puede, ni quiere, buscar creadores que tengan el compromiso para emprender este tipo de proyectos.

El complejo de La Jabonera, que es una infraestructura envidiable, se encuentra ahí: subutilizado, perdido en el último rincón de la ciudad, donde debe estar, pero para propósitos sociales que no está cumpliendo plenamente debido al desinterés e incompetencia de un grupo de funcionarios y políticos.

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Redacción




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