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¿Hay o no crisis educativa? 

Especiales / 30 octubre, 2018

Por: Eugenia Dávila  

Una visión de la educación desde la realidad regional

He ejercido la enseñanza y realizado estudios formales sobre educación, como la licenciatura en ciencias de la educación, la maestría en administración y alta dirección, por citar algunos de ellos. 

Ya veterana, me propuse realizar el doctorado en educación, pues me sigue atrayendo el quehacer educativo. 

Como requisito previo al doctorado tuve que cursar un diplomado en investigación educativa y realizar un trabajo, el cual se va realizando a lo largo del diplomado y concluye precisamente con la entrega del mismo. 

Mi idea o planteamiento básico era la función directiva en las escuelas públicas y privadas. ¿Cuáles eran las principales diferencias, a qué se debían y qué consecuencias estaban teniendo? 

Me decidí por la figura de dirección porque encontré que al nivel de los maestros, de base quienes enseñan tienen las mismas características, pero no las mismas condiciones de trabajo: los maestros de la escuela pública tienen mejores condiciones en lo que a sueldo y prestaciones se refiere, además de la protección del sindicato. 

Pero si el sueldo y las prestaciones son mejores, las condiciones laborales son muy diferentes, lo mismo que los hábitos de trabajo. 

Con mucha dificultad tuve acceso a varias escuelas primarias del sector oriente de Torreón, donde se concentra hoy la demanda de estudios primarios y preescolares, que ha ido bajando en la parte céntrica y en otros sectores de la ciudad habitados por familias de clase media. 

Lo primero que uno se encuentra es que la infraestructura de las escuelas básicas públicas no es la adecuada. La construcción típica es ésa de ladrillo y vigas de acero que desarrolló el CAPFCE desde hace medio siglo.  

Debido a la demanda, la mayoría de las escuelas tenía de 40 hasta ¡60! Alumnos por cada grado, lo que genera un hacinamiento bárbaro, la creación de condiciones pedagógicas altamente deficientes, pues, para una adecuada enseñanza, un grupo escolar debe tener un promedio de 20 alumnos y un máximo de 25; más allá de ese cupo el maestro, tenga o no experiencia, comienza a tener fuertes problemas para desempeñar su trabajo. 

Una parte considerable de las aulas de estas escuelas públicas no tienen aparatos de aire acondicionado, lo cual ya puede dar una idea de lo que sucede en nuestro calientísimo verano, donde, por fortuna, se da el periodo vacacional más largo, pero en mayo aquello es un comal ardiente. 

Regularmente cada escuela tiene una techumbre, donde se coloca una plancha de cemento pulido, que hace las veces de cancha de basquetbol, de voleibol o futbolito, además de ser el patio de usos múltiples para todo lo que se ofrezca.  

Los baños suelen estar en mal estado, porque hay un conserje para toda la escuela y estos conserjes cubren su horario haciendo lo menos que sea posible y, ya se sabe, a nadie le gusta fregar baños, lo que les mantendrá casi siempre de sucios a medios sucios, pero nunca en óptimas condiciones. 

La biblioteca es una de las aulas adaptadas o no existe. Si tomamos en cuenta que una escuela chica puede tener entre 250 y hasta 330 alumnos, la disponibilidad de libros es muy pequeña y de baja calidad. 

El director o la directora de la escuela tienen ordinariamente sólo dos asistentes, ambos con propósitos administrativos, y un asistente más, aunque no en todas las escuelas, que hace las veces de prefecto o encargado de disciplina, pero esta función se da por sentado que corresponde a los maestros, quienes no pueden ser lo estricto o severo que quisieran porque surgirá la queja de las madres de familia, pues los padres, para efectos escolares, no existen, tampoco para ayudar en los quehaceres de los hijos con los trabajos que se les asignan. 

Podría pensarse que el cargo de director de una escuela pública es algo muy codiciado, pero no; muchos maestros y maestras inclusive rechazan el ofrecimiento, debido a la responsabilidad que implica, los conflictos que genera y, principalmente, la baja paga, pues un director o directora sólo recibe su sueldo de maestro más una compensación, no un sueldo acorde a las funciones que desempeña. 

La sola tarea escolar que atiende al programa básico de enseñanza, implica estar disciplinando maestros que pueden faltar a sus actividades en cuanto tienen un pretexto a modo y la directora o director deben suplirlos cubriendo el grupo. Hay que resolver conflictos, lidiar con el secretario del sindicato; estar solicitando reportes de cumplimiento del programa, pero los funcionarios federales han encontrado que la educación sirve para todo, como si fuera una pócima milagrosa, de ahí que se la pasan inventando programas de esto y de lo otro, que incluyen temas tan variados como la salud, la inculcación de valores contra la inseguridad, los problemas sociales en boga, más lo que se les ocurra. 

Por si faltara algo, cada ciertos días tienen que recibir a un personaje relamido y ceremonioso, que emplea un estilo grave: es el inspector de zona, quien manda sobre los directores, atiende los reclamos de los secretarios sindicales sobre las quejas de los maestros, pues la misma picaresca magisterial le ha encontrado la definición a lo que es un secretario sindical: “un sujeto que se la pasa pensando de qué manera estar molestando a los directores y acarreando chismes de aquí para allá”. 

“El problema más fuerte es que tengo 48 alumnos en mi clase y eso porque han desertado cuatro. Pedagógicamente es imposible atender a esta cantidad de alumnos, pero lo tenemos que hacer. Controlar el grupo es muy difícil, porque están amontonados, son muchos y el aprovechamiento de una gran parte es muy deficiente.”

Este tal supervisor no tiene un horario fijo, porque se supone que se la pasa desplazándose de escuela en escuela, tiene algunos asistentes, y gana alrededor de 50 mil pesos mensuales, más todas las prestaciones. Este sí es un puesto muy codiciado. 

 

UNA ORGANIZACIÓN CHICA O UN MONSTRUO 

Desde el punto de vista organizacional, la gran diferencia entre la educación pública y privada en México es de carácter organizacional si se le ve como sistema educativo, y de tipo familiar si se le ve desde un enfoque social. 

La educación privada se da a través de lo que es una organización chica o mediana, que se dedica a la prestación de un servicio, en este caso educación. En términos empresariales es una empresa que cobra por la prestación de ese servicio, lo que le reporta una utilidad que puede ser de alta a moderada, aun tomando en cuenta que muchas de esas organizaciones son propiedad a su vez de organizaciones religiosas, como jesuitas, maristas y otras órdenes religiosas de sacerdotes y religiosas. 

Los propietarios de las escuelas privadas dirigen personalmente su escuela o pueden contratar a un profesional para encargarse de los diversos niveles que cubran, como preescolar, primaria, secundaria y preparatoria. 

La planta de maestros son empleados que perciben, en promedio, un sueldo un tanto similar al que recibe un maestro del sector público, en lo que se refiere a preescolar y primaria, que fueron los dos niveles abordados, pero tiene un paquete menor de prestaciones y se encuentra afiliado al IMSS y al INFONAVIT, lo que hará una gran diferencia al momento de la jubilación, partiendo del nuevo sistema de las afores que entraron en vigencia desde 1997. 

La más importante diferencia es que en las escuelas privadas no existen sindicatos, mientras que en las escuelas públicas el sindicato es un actor central del proceso educativo y, lamentablemente no lo es para bien porque no se trata de un sindicato, en los términos en que éste es definido por la Ley Federal del Trabajo, sino de una organización política y corporativa, que tiene una enorme estructura y que recibe directamente cuotas que les son descontadas a los maestros. 

Secciones sindicales como la 35, que abarca la comarca lagunera de Coahuila, tenía, al momento del estudio, más de 200 maestros comisionados, en las diferentes secretarías que integran la organización sindical, más comisionados “especiales” que son realmente políticos que pueden tener décadas sin pararse en un aula y se jubilan en su momento con todos los beneficios. 

La muestra de docentes del sector privado entrevistados, manifestaron que están conscientes de que tienen menos beneficios laborales, pero consideraron que tienen un ambiente de trabajo más satisfactorio. 

“Yo no puedo tener más de 25 alumnos en mi aula, hay mucha disciplina y si un alumno da problemas yo tengo todo el apoyo de la dirección de primaria. Las aulas tienen buen mobiliario, hay aire acondicionado, el equipo necesario y yo sé que puedo exigir que los alumnos trabajen, si hay un alumno con problemas primero lo atiende la orientadora y psicóloga escolar, se habla con los padres y se le trata de regularizar. No puedo decir que no hay problemas, porque los hay, pero nuestro programa de enseñanza es más exigente, ya que cubre el programa oficial pero además cubre otros contenidos y los alumnos cursan además clases de inglés, de artísticas y llevan deportes”, comenta Ana Sofía, quien ha sido maestra del nivel primaria por 12 años en una conocida escuela privada de la localidad, pero tres años fue maestra en el sector público y tuvo que retirarse. 

Leonor, quien tiene una experiencia de 16 años como maestra de primaria en una escuela pública del oriente de Torreón, tiene una experiencia muy diferente de su trabajo: “El problema más fuerte es que tengo 48 alumnos en mi clase y eso porque han desertado cuatro. Pedagógicamente es imposible atender a esta cantidad de alumnos, pero lo tenemos que hacer. Controlar el grupo es muy difícil, porque están amontonados, son muchos y el aprovechamiento de una gran parte es muy deficiente. Yo podría seguir el programa atendiendo a los 15 o 20 alumnos que tienen mejor aprovechamiento, pero se irían rezagando cada vez más todos los demás. Tenemos solo los materiales básicos, pero la directora nos presiona mucho para el llenado de las formas de cumplimiento. Se puede hacer el llenado de la formas, pero la realidad es que una gran parte de los alumnos están rezagados, si fuéramos estrictos en las evaluaciones muchos alumnos tendrían que volver a cursar, pero eso no se puede, es como una regla no escrita de que todos deben aprobar”. 

Sobre cuáles son los problemas más importantes resume: la cantidad de alumnos, las condiciones de la enseñanza, la disciplina de los alumnos, toda la presión que nos agregan con ciertos programas y los padres de familia. 

¿Por qué los padres de familia aparecieron como una constante de problema en 8 de cada 10 maestras entrevistadas del sector público en el nivel de primaria? 

Laura, una maestra con 19 años de experiencia que siempre ha optado por cubrir el tercer grado en su escuela, lo resume de esta manera: 

“Cuando comencé a enseñar era algo distinto, había más cooperación, pero ahora el problema es que el padre y la madre trabajan. Muchos de los niños llegan después de haber desayunado unas mantecadas Bimbo y un jugo, que es pura azúcar, los traen corriendo a la escuela o ellos se vienen solos y la madre y el padre no llegan sino hasta las ocho de la noche a su casa, cansados. El padre no ayuda en revisar las tareas escolares y la madre lo puede hacer hasta que termine algunos trabajos de limpieza y preparación de la cena. Los niños duran solos hasta seis horas diarias, ya sea en su casa o en la calle y muchos no cumplen con sus tareas escolares o lo hacen mal. Hay muchos conflictos en las familias y se reflejan en la disciplina de los niños, pero si hablas con los padres solo viene la madre y viene a quejarse de que ella no puede hacer mucho, de que ya está muy presionada. Cuando comencé a enseñar todavía eran pocas las madres que trabajaban y te ayudaban más, por lo menos sí estaban al pendiente de los niños y les exigían, porque estaban presentes, hoy la mayoría ya no está”, comenta Laura. 

“Los grupos escolares [en las escuelas privadas] son casi de la mitad de los nuestros, sus instalaciones físicas ordinariamente son bastante mejores, los maestros tienen otra disposición y los directores no tenemos a un sindicato encima; ellos tienen al dueño, nosotros a un supervisor, que finalmente es un empleado que no tiene toda la autoridad ni la capacidad de toma de decisiones, pero está cuidando su trabajo y muchas veces sus intereses.”

LOS PROBLEMAS DIRECTIVOS Y EL PROGRAMA 

Eugenia dirige una escuela en el sector poniente de Torreón, la zona con más demanda de estudios básicos en la ciudad. Lleva tres años en el cargo pero manifiesta estar cansada y con pocas satisfacciones. 

En su opinión, que es compartida por la mayoría de los directores de escuelas públicas entrevistados, el mayor problema que enfrentan es la disposición laboral de los maestros, quienes se quejan de sobrecarga, por la cantidad de alumnos que atienden, aunque la jornada sea de las 8 de la mañana a las 2 de la tarde, a lo que hay que restar el receso. 

“Tenemos muchos maestros que, de inicio, no tienen mucha vocación por la enseñanza; estudiaron para maestros porque sus padres son maestros, porque el sindicato les ayudó para obtener la plaza o porque en apariencia el horario es cómodo y salen a las dos de la tarde, las vacaciones también se pueden considerar largas, pero el trabajo puede ser muy pesado si no tienes la formación adecuada y la vocación para enseñar. 

“Yo, como directora, tengo tres problemas principales: lograr que los maestros pongan empeño en su trabajo y cubran el programa; hacer esto con todas las limitaciones que tú puedes observar y estar resolviendo problemas con el secretario sindical y con el supervisor. Ausentismo laboral, cubrir permisos, incapacidades, problemas de disciplina de los niños, que se han vuelto cada vez más frecuentes y las presiones del supervisor, que exige pero muchas veces no resuelve. Cuando yo llegué había un fuerte problema de disposición profesional de los maestros, se ha mejorado, pero creo que seguimos teniendo problemas. Tuvimos problemas inclusive con las ganancias de la tienda escolar, porque las destinábamos a realizar mejoras, pero el supervisor comenzó a presionar, porque es muy común que muchos directores consideren la tienda escolar como un ingreso extra personal. 

 

¿QUÉ HA PASADO CON LA REFORMA? 

El problema más importante que tenemos en las escuelas públicas es que las cosas se politizan, mientras somos nosotros quienes tenemos que estar resolviendo los problemas de todos los días. 

En mi opinión personal las evaluaciones son buenas, tanto para los maestros como para los alumnos. Eso de que las evaluaciones y las remediaciones que se tienen que realizar si el maestro resulta con baja calificación, son los del sindicato quienes las han vuelto un problema, porque muchos maestros no desean poner tiempo adicional para cubrir sus deficiencias. 

“No es cierto que les van a correr” continúa Eugenia, “pero el maestro sí puede promover un cambio de plaza ante el sindicato y argumentar que está siendo hostilizado. No hay disposición, por ejemplo el programa de carrera magisterial yo creo que es excelente, personalmente yo tengo el nivel más alto y tripliqué mi sueldo, pero me puse a trabajar y a estudiar con dedicación, aprovechando que estaba más joven y no tenía hijos. Muchos, la mayoría, no pasan del nivel A o B. Las normales han bajado sus niveles académicos y en general te encuentras con maestros jóvenes con menor rendimiento y disposición. Un maestro no tiene porqué no aprobar un examen. 

“En el caso de los adolescentes de secundaria, las evaluaciones PISA tienen mucho sus bases en la formación que hayan recibido en primaria. Los políticos del sindicato o inclusive políticos que no tienen qué ver directamente con la educación critican las PISA, argumentando que se hacen comparaciones por países y algunos dicen: no se pueden medir con la misma prueba países diferentes, yo digo ¿a qué le temen o a quién estamos tratando de engañar, yo veo las pruebas y veo que son válidas, andamos mal, no se puede tapar el sol con un dedo, no requerimos ni aplicar esas pruebas para saber que andamos más en áreas básicas”. 

-¿Y el sindicato? 

-Para qué me meto en más problemas de los que ya tengo; todo mundo sabe que el sindicato es político y la política no se debe mezclar con la educación, me reservo mis comentarios, en parte porque me da vergüenza y en parte porque me irrita. Yo estoy tratando de vivir mi experiencia como directora, pero si quisiera me pongo a enseñar, que me gusta mucho, e inclusive puedo tener una plaza adicional. Pero estoy en esto y vamos hacer el mejor esfuerzo. 

 

-¿Cómo comparas el nivel de las escuelas públicas y privadas? 

-Uh, ésa sí es una pregunta muy difícil. En general y al nivel de primaria, que es sobre el que estamos hablando, las privadas tienen un mejor nivel, me duele decirlo porque yo soy parte del público, pero ellos tienen ventajas que nosotros no tenemos y circunstancias que son muy, muy difíciles de cambiar; situaciones sociales que son parte de cómo estamos en este país. 

 

-¿Podrías ejemplificar? 

-Nos tendríamos que sentar toda la tarde a platicar de eso, pero, desde mi punto de vista trataré de ser breve. Las escuelas privadas son para niños de cierto medio social, donde las familias tienen una composición diferente. ¿Cómo cambiar eso? Sólo cambiando al país. Los padres están mucho más al pendiente de la educación de sus hijos; si no, la escuela los manda llamar y los obliga a participar y responsabilizarse; ésa es una gran, gran diferencia. Los grupos escolares son casi de la mitad de los nuestros, esa es otra gran, gran diferencia; sus instalaciones físicas ordinariamente son bastante mejores, esa es otra diferencia y, una que a mí como directora me gustaría mucho tener es que los maestros tienen otra disposición y los directores no tenemos a un sindicato encima, ellos tienen al dueño, nosotros a un supervisor, que finalmente es un empleado que no tiene toda la autoridad ni la capacidad de toma de decisiones, pero está cuidando su trabajo y muchas veces sus intereses. Si queremos ahondar en el asunto social, por su nivel socio-económico los niños están mejor alimentados y, ya sabemos, en buena parte la persona es lo que come.

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Redacción




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