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NADIE ESPERA A LOS MONTY PYTHON

Cultura / 3 septiembre, 2018

Por: Daniel Herrera

Cuando apenas entraba a la adolescencia, no sólo seguía con obsesión casi enfermiza a Los Simpson, sino también estaba al pendiente, a pesar de mis limitados medios, de toda la comedia estadounidense e inglesa que pudiera observar. En una de esas largas tardes y noches buscando buena televisión en el cable local, me encontré con una película extraña e hilarante.

Trataba sobre el rey Arturo y su búsqueda del Santo Grial, y de inmediato supe que no vería la típica película ubicada en la Edad Media, sino una historia absurda y plena de humor inteligente, mordaz e irónico, aunque a veces ligeramente bobo.

Ésa fue la manera en que descubrí a los Monty Python, un grupo de comediantes que también escribían, actuaban, producían y dirigían sus películas, shows en vivo y programas de televisión. Los seis genios, Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones, y Michael Palin, que inventaron una forma completamente distinta de crear humor. Su trabajo es tan importante que se puede encontrar su influencia no sólo en programas como Saturday Night Live, sino incluso en una leyenda como es Seinfeld o hasta en algunos de los tristes intentos de comedia que se hacen en nuestro país.

Después de desternillarme con las aventuras de aquel grupo de perdedores, quienes deben enfrentar a los caballeros que dicen “ni”, el gigante de tres cabezas, el rey del Castillo Pantano y su hijo, el Conejo Asesino de Caerbannog, el sabio del Puente de la Muerte y otros personajes, me avoqué a buscar más.

Las opciones en los noventas no eran muchas como ahora, pero algo logré; pude ver La vida de Brian, el punto más alto de la carrera de los Python. No existe otra película como ésa. Su humor afilado rasga con elegante violencia y sin compasión las obsesiones cristianas.

Después conseguí El sentido de la vida, una película que más parece un largo capítulo del programa que inició toda la historia Python: El Circo Ambulante.

También compré, pero ya hace poco, el show en vivo en el Hollywood Bowl de 1982, grabado un año antes de El sentido de la vida.

Lo que nunca había encontrado con facilidad, eran los programas completos que produjo la BBC en 1969 y que duró cuatro temporadas. Muchos sketchs se pueden hallar en YouTube, pero no se comprende por completo la genialidad de estos seis comediantes sin ver los programas completos.
Lo anterior se entiende al observar la manera de romper la costumbre, que en México no nos hemos podido deshacer, de rematar cada sketch con una frase graciosa. En lugar de eso, rompían la cuarta pared y le hablaban a la cámara o el sketch daba paso a otro ubicado en un lugar distinto.

A lo largo de cada capítulo, los sketchs regresan ya sea de forma discreta o incluso como personajes importantes que aparecen a lo largo de las cuatro temporadas.

Doy toda esta explicación porque Netflix subió recientemente las cuatro temporadas de El Circo Ambulante y las tres películas del grupo. Por fin pude satisfacer una necesidad ñoña de mi yo adolescente. Y debo decir que el programa no sólo ha envejecido con mucha gracia, sino que además se comprende por qué siguen siendo un referente de la comedia en occidente.

Un excelente ejemplo es el sketch del loro muerto. No voy a describir aquí todo el sketch, no sólo porque mataría el chiste, sino porque además vale la pena verlo en el programa original. En fin, ese sketch es tan famoso que cuando los comediantes lo hacían en vivo, el público repetía cada una de los diálogos. Es tan famoso que John Cleese ya no le ve sentido hacerlo porque todos se lo saben. Es tan famoso que hasta Margaret Thatcher lo utilizó para burlarse del Partido Liberal aunque muchos aseguran que ella no entendió bien el chiste y nunca supo que, si de algo se burlaban los Phyton, era de los conservadores.

También podría citar los sketchs de la Inquisición Española. Tres personajes vestidos como inquisidores que se aparecen en los lugares más extraños, listos para juzgar a quien se deje. De nuevo, no voy a describirlo aquí porque los fans acérrimos podrían enojarse y reclamar por escrito a esta revista, y vaya, nunca esperaría encontrarme a la inquisición española yo mismo. (Aquí tendría que aparecer la frase: “nadie espera a la Inquisición Española”.)

Además de una vasta habilidad para manejar el humor físico o de situaciones, los Monty también blandían el lenguaje y la intelectualidad con pericia. Mucho de su humor reside sólo en los diálogos, que son venenosos y rápidos. Uno debe estar pendiente para no perder nunca el tren intelectual que dirigen en cada sktech.

En fin, vaya este texto para aquellos que todavía no los conocen, que no tiene nada de malo eso, lo terrible sería seguir ignorándolos. Prometo a los lectores que se olvidarán de los terribles standups mexicanos que pululan por Netflix y tal vez algunos, que están peleados con la comedia, regresen a su seno complacidos.

Porque el humor, la ironía, la burla y la risa son el mejor remedio contra la explotación, el poder, el snobismo y en general todo aquello que se toma demasiado en serio a sí mismo.
Y ahora, algo completamente diferente.

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