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¿Hasta dónde se puede aspirar? Sobre la calidad de un espectáculo 

Cultura / 3 septiembre, 2018

Por: Daniel Herrera 

Concierto de Los Pregoneros en el Teatro Nazas

El 12 de septiembre pasado mi grupo, Los Pregoneros, dimos un concierto en el Teatro Nazas para presentar una canción original que pronto será parte del disco que estamos por grabar.  

Aquí el asunto no es anunciar de forma descarada el proyecto al que le he dedicado muchas horas de mi vida en los últimos cuatro años, aunque sí, algo hay de eso. Uno tiene que cacarear el huevo, sobre todo si eres la gallina.  

Pero no, quería escribir sobre esto porque me parece valioso recuperar de alguna manera el esfuerzo que significa organizar un concierto como el que hicimos. Porque, tal vez peque de soberbio, pero creo que tuvimos un resultado más que sobresaliente; en otras palabras, conseguimos un éxito, esa palabra tan sobada pero que sólo significa lograr un resultado satisfactorio y feliz. 

Por supuesto que la voluntad no fue sólo mía, debo decir que la mayor parte de la organización y creatividad estuvo a cargo de Luis Manuel Morales, mi compañero musical y cofundador del grupo.  

No deseo enlistar todo el trabajo realizado, no estoy aquí para crear un manual, sino sólo explicar el esfuerzo mayúsculo y satisfactorio que significó coordinar músicos y bailarines junto al excepcional staff del Teatro Nazas.   

La idea que ha empujado a Los Pregoneros a lo largo de ya cuatro años, es demostrar que la música afrocaribeña puede y debe tener un espacio tanto en La Laguna como en el norte del país. No estamos compitiendo con los géneros que se tocan en la región, sino, en todo caso, queremos introducir una forma distinta de disfrutar la música.  

El camino parece largo, pero ya comenzamos con el pie derecho y lo que hemos recorrido nos demuestra que la apuesta es la correcta.  

Más allá de todo lo anterior, la experiencia de ser parte de un concierto con aspiraciones de primer mundo me ha enseñado que este tipo de producciones no deben ser exclusivas de las ciudades grandes. ¿Por qué no vemos más esfuerzos similares en nuestros teatros? No estoy afirmando que no existan, pero, ciertamente, tampoco son tan frecuentes.  

¿Qué implicó el concierto que dimos? De entrada, una gran capacidad de resistencia ante las complicaciones. No remamos a contracorriente, porque todos los involucrados se sumaron con gusto y profesionalismo, pero sí se tenía que lidiar con las dificultades propias de todo evento grande. 

Cada uno de los músicos que participaron, Othón Guerra, Sofía Zapata, Jacob Espino, Maya Mejía, Sebastián Llamas; además de los invitados: Iván Black, Mel Elizondo y Eliu Escobedo mostraron calidad y profesionalismo de altos estándares. Además, Regina Luna con su grupo de bailarinas y la participación de la bailaora Shantal Requenes fueron impecable.  

La cuestión es que, lo sabemos, coordinar a tantas personalidades en un escenario requiere de paciencia, seguridad y una visualización del resultado final que se desea.  

Por mi parte, creo que el futuro de la música en la región depende casi exclusivamente de los mismos músicos. Es el momento de pensar en que existe la calidad más que suficiente para que muchos grupos y músicos más intenten lo mismo o, incluso, un concierto más grande.  

Por otro lado, también debe hacerse presente la responsabilidad de todos los niveles de gobierno para producir espectáculos de alta calidad local. 

Nosotros tuvimos el apoyo invaluable del Instituto Municipal de Cultura y Educación, representado en Elías Agüero y su equipo de trabajo, pero son los gobiernos estatales quienes deben participar de forma activa para que productos culturales bien planteados y estructurados puedan despegar más allá de un solo escenario.  

Tal vez es momento de ya no observar sólo a los productos culturales que vienen del centro del país, pensando que únicamente allá se pueden crear espectáculos grandes y de fuerte presupuesto. Creo que debemos observar lo que sucede en provincia, bajo las narices de las secretarías de cultura estatales. Estoy seguro de que no somos ni seremos los únicos y, que estos esfuerzos, seguro se replican en otros lugares del país.  

Mientras las exigencias de las secretarías de cultura tampoco sean de productos de alta calidad, existirán quienes aprovechen los apoyos económicos para entregar shows defectuosos o poco atractivos. Sabemos que la burocracia cultural desea empujar a las expresiones artísticas lejanas al espectáculo, pero eso no significa que se deba presentar necesariamente obras aburridas o que no puedan incluir a un amplio público. El arte no debe estar peleado con la posible mercantilización.  

Por otro lado, los artistas que impulsamos proyectos propios y que deseamos llevar nuestro trabajo lo más lejos posible, también tendremos que comprometernos a mejorar en cada presentación, a buscar la calidad como un sello personal y a observar nuestros propios errores para profesionalizar este oficio. Porque el arte no tiene por qué ser una forma de sobrevivencia, sino, en todo caso, una manera de existir libre y satisfactoria. 

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